No es típico que hable de ésto porque ya ustedes me conocen y hablo de estrategias para las ideas que tienes en tu corazón y en tu mente.
Hoy quise hacer un alto y contarte un poco de lo que hay detrás de mí. No sé si te ha pasado que algunas personas llaman “fuerte” a aquellas personas que se percibe tienen un carácter típicamente más estable.
Quiero contarte que de niña fui bien insegura. Me veía y me sentía inconforme conmigo misma. No tenía la más mínima idea de que significaba tener habilidades sociales. Justo en estos días pensaba, en que era eso que cuando niña quería ser y les cuento que no lo recuerdo. No tenia aspiraciones, no tenia metas, estudiaba porque entendía que “debía” hacerlo pero sin saber el “porqué”. ¿Te sentías así o tal vez te sientes así ahora?
Comencé en la universidad sin saber realmente qué era lo que quería ser. Recuerdo que empecé en economía y me cambie probablemente en 2 ocasiones. Aun así terminé, los resultados académicos ustedes los conocen pero si no, les pueden echar un vistazo.
¿Eso me hizo feliz y finalmente establecer metas? La respuesta es no. Los grados académicos no necesariamente te van a dar un norte de tu propósito de vida.
Seguía igual de insegura, inestable y sin las destrezas de socialización que son tan importantes.
Tenía frenillo, hablo con la pronunciación de la “z” y tenía una voz chillona. Yo no me soportaba hablando. No me gustaba escucharme. Viene a mi pensamiento cuando Jehová llamó a Moisés y este le respondió: ¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”. Este es uno de los muchos desafíos que tuve que vencer.
Hay algo que no tolero y lo digo abiertamente asumiendo la responsabilidad que esto conlleva. Las personas que se excusan de que por tal o cual situación no pueden lograr lo que tanto anhelan. Siguen ofreciendo excusas y hasta se justifican. Esas definitivamente no deseo tenerlas a mi lado. Tengo mil imperfecciones pero las asumo e intencionalmente trabajo con ellas cada día. Una de mis poesías favoritas es la de Mario Benedetti:
“La gente que me gusta”
Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de nuestro padre Dios.
¿Qué me hizo tener la necesidad de encontrar mi propósito de vida?
El haberme caído tanto, el cometer tantos errores, en resumen el cansarme de tener una vida fracasada cuando aparentemente había tenido la disciplina para haber terminado varios títulos universitarios. ¡Un buen día dije ya! Tiene que haber algo más que esto.
Finalmente me encontré con Dios a la edad de 27 años quien me había estado buscando toda una vida.
Mi vida tomo un nuevo sentido y un giro de 180 grados. Estoy muy lejos de ser perfecta. Me sigo equivocando, digo cosas en ocasiones de las cuales me arrepiento, me exijo más de lo que debiera, etc., etc, etc. pero en todo esto comencé a ver la belleza de la vida.
Lo primero que me sucedió fue que comencé a fomentar mis habilidades sociales. Descubrí mis talentos, aquellos con los que nací que no me había dado cuenta. Establecí metas, me coloque fechas límites para cumplirlas, comencé a ver resultados y a partir de ahí nunca perdí mi norte. Comencé a desarrollar habilidades como el hablar en público, que fue una de las más difíciles, no por el miedo, sino por mis discapacidades que ya les conté.
Aprendí a ver más allá que juzgar a las personas por lo que aparentemente puedo ver o percibir. Sé que es una frase trillada pero “aprendí a prestarle mis zapatos para que vieran mi caminar, cuan difícil, solitario y rudo ha sido”.
Y termino con esto, como terminó Mario Benedetti en su poesía:
La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegría, la humildad, la fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, el arrepentimiento y el amor para los demás y propio son cosas fundamentales para llamarse GENTE.
Hoy te hago una invitación a que si te sentiste o te sientes como yo en algún momento de tu vida, reflexiones y busques tu propósito de vida, aquel que te ayudará a establecer metas y cumplir objetivos.
Un abrazo fuerte,
Caroline
Wao impactante! Me sentí totalmente identificada. Gracias por tu valentía de compartirlo! Te bendigo!
Hola. Tengo que decir que me identifico mucho contigo pues comencé de la misma forma. Estudié y luego me tuve que cambiar de concentración cuando estaba a punto de graduarme pues no estaba segura de que lo que estudié era lo que verdaderamente deseaba. Terminé una carrera en enfermería y le doy gracias a Dios por los peldaños escalados y los triunfos y hasta fracasos en este camino. Hoy en día no estoy donde se supone yo esté y te agradezco la paciencia con la que tratas a tus seguidores. El temor es un monstruo invisible que arremete a tus sentidos y a veces no te deja mover y desplazarte hacia tu propósito. Tus experiencias son muy apreciadas y créeme, me han ayudado a comenzar vencer el “monstruo invisible” .Gracias por lo que haces y por ser obediente al mandato del Amado. Abrazos, Lesbia.